El milagro mexicano o desarrollo estabilizador fue un periodo de la historia económica de México basado en un modelo económico en el que se buscaba la estabilidad económica para lograr un desarrollo económico continuo y sostenido, a través de medidas ampliamente usadas en el mundo en ese momento, como el proteccionismo, un tipo de cambio fijo y facilidades a empresas nacionales fomentando el emprendimiento nacional.
Durante aquel momento, México llegó a crecer a tasas del 6% entre 1958 y 1970, la pobreza alimentaria disminuyó de manera sostenida durante el periodo, a lo que se suma en que México se convirtió en sede de las Olimpiadas de 1968 y el Mundial de Fútbol de 1970, muestra de la confianza que había en el país, que era considerado en el momento un modelo para la región latinoamericana.
Actualmente no existe un consenso sobre la fecha exacta de su inicio. Mientras algunos autores lo ubican de 1950 a 1970;[cita requerida] Carlos Tello Macías, profesor de la Facultad de Economía de la UNAM, y el ex secretario de Hacienda y Crédito Público, Antonio Carrillo Flores, lo ubican de 1954 a 1970,[1] dando como inicio del periodo la devaluación del peso durante el Sábado de Gloria de 1954; mientras que Antonio Ortiz Mena acuñó el término Desarrollo estabilizador al referirse al periodo de su gestión como Secretario de Hacienda entre 1958 y 1970.
Antonio Ortiz Mena, quien fuera elegido como Secretario de Hacienda por Adolfo López Mateos y reelegido por Gustavo Díaz Ordaz, fue el principal artífice de la política económica ejercida durante el periodo, definiendo así al modelo en su libro El desarrollo estabilizador: Reflexiones sobre una época, como: «El esquema de crecimiento que conjuga la creación de un ahorro voluntario creciente y la adecuada asignación de los recursos de inversión con el fin de reforzar los efectos estabilizadores de la expansión económica», conforme dicha política se formuló que «el Estado tiene la responsabilidad, conforme a las leyes básicas de la nación, de promover y encauzar el desarrollo económico», con el propósito de «aumentar los salarios reales» y «mejorar la participación de los asalariados en el ingreso nacional disponible». Según esa concepción, el desarrollo económico consistía en «el aumento sostenido del volumen de producción por hombre ocupado; presupone básicamente un incremento en la dotación de capital que haga viable mejorar la productividad y el ingreso real de la fuerza de trabajo y mantener tasas adecuadas de utilidad».[2]
De modo que desde el inicio de la administración de López Mateos la política económica dirigida por Ortiz Mena buscó cumplir con dos objetivos prioritarios: mantener la estabilidad monetaria, pero sin que ello significara descuidar el fomento al crecimiento económico del país; mientras el segundo se refería a conservar una inflación adecuada en los precios.[3]